Un estado engañoso del bienestar

El poder del dinero, del consumo se escapó a la razón. Como si de una soñada embriaguez se tratara, los bancos y los especuladores animaron una fiesta folclórica con sabor a grandes beneficios.

Mariel Norat / Febrero 2013 / Santiago de Compostela


La entrada en el nuevo siglo XXI era gloriosa, incontestable. Los españoles disponían de gran poder adquisitivo y, por fin, aquellas grandes listas que engrosaban nuestra siempre alta tasa de desempleo pasarían a formar parte del recuerdo, y todo era porque “España iba bien”. Las clases medias disponían de un nivel de vida hasta entonces desconocido: las carreteras se vestían de un parque móvil renovado, y en su mayor parte de alta calidad, la construcción se mostraba en pleno apogeo dejando un paisaje agresivo de bloques de viviendas y urbanizaciones a la sombra de grúas que miraban al cielo en un afán desafiante. Las nuevas casas poblaban zonas masificadas sin un estudio coherente de planificación como fruto de la especulación y la avaricia, donde los concellos tenían mucho que ver, recordemos el tan manido término arquitectónico de esos años, feísmo. Un sinfín de viviendas que siempre encontraba una propietaria o propietario que las utilizaría para primera o segunda residencia, para alquilar o para vender. Las grandes superficies comerciales florecían en los centros urbanos. Las altas marcas de moda ya no era cosa de privilegiados. Y es qué, por aquel entonces se llevaba el yo más. Solo unos cuantos mantenían la cordura no dejándose arrastrar por la marea que se aventuraba tan dulce. Ellos eran los observadores silenciados que resultaban incómodos a un festín desenfrenado.




Durante estos años de bonanza económica, de superávit, España recibió de la Unión Europea importantes ayudas económicas desde 1987 a través de los distintos Fondos (Fondo de Cohesión y Fondo de Desarrollo Regional FEDER, principalmente) para el desarrollo y la convergencia con los socios comunitarios, programa que se desenvuelve a partir de nuestra adhesión al Acta Única Europea de 1986.

La administración y gestión pública, en estos años de bonanza, se lanzó en una carrera descontrolada con proyectos faraónicos de aeropuertos, edificaciones en honor a la cultura, recintos feriales, puertos, museos, subvenciones, fundaciones y un largo etc., entre los que se encuentran miles de kilómetros de carreteras...Vivíamos pues, en la euforia virtual. Después de 30 años de políticas económicas de modernización para adecuarnos al nuevo estatus de la Unión Europea la realidad nos ha ido posicionando en el sector servicios, debido al desmantelamiento de los sectores primarios y secundarios desde 1982 (reconversión Industrial). 

En esa intencionalidad de adelgazar y sanear el déficit, los diferentes gobiernos consideraron oportuno desprenderse de importantes activos: empresas estratégicas, privatización de servicios públicos y venta de inmuebles que luego se alquilarían a los nuevos propietarios.

El año 2002 fue el año de cambio de moneda, se pagaba en euros con redondeo hacia el alza. Sin embargo, los salarios españoles se mantuvieron con el valor al cambio. Es decir, había un desequilibrio importante entre los sueldos y la cesta de la compra.

Palabras Clave: liberalización de suelo, bajo tipo de interés bancario, oferta y demanda, endeudamiento, burbuja inmobiliaria

En 1998 el gobierno de José María Aznar aprueba la nueva ley de suelo, que consistió en la recalificación del mismo y donde casi todo era susceptible de ser construido. Esta privatización fue copiada y aplaudida por ayuntamientos y autonomías de todo signo político. La medida se proponía poner la suficiente oferta inmobiliaria en el mercado como para forzar la bajada de precios, de este modo, la vivienda estaría al alcance de todos, especialmente para los jóvenes que hasta entonces no habían podido optar a la compra, a la vez que crearían una sinergia de consumo en el sector y empresas relacionadas: hormigón, ladrillo, aluminio, madera, muebles, textil, cristal, etc... Los factores de producción se ponen en marcha: tierra, trabajo, capital y el factor x, tecnologías (el campo menos explorado)
Esta nueva ley tuvo el mejor escenario para su lanzamiento. La oferta resultó ser de gran atractivo a todos los estratos sociales. Los bajos precios del dinero y los altos precios de los alquileres a falta de políticas sociales que desarrollasen esta opción tan característica de los países avanzados de nuestro entorno supusieron el fuerte incremento de precios en la vivienda.
Entre 1970 y 1998 la vivienda se había encarecido y los tipos de interés eran altos, por lo cual, la demanda había sido moderada. Pero la puesta en marcha de esta nueva ley con la consiguiente bajada de tipos de interés debida a la inversión de capital extranjero constituirían los factores de producción que llevaría a hablar del gran “milagro español”. España se había convertido en poco tiempo en un gran mercado del ladrillo que formaba el flujo de producción generando grandes beneficios animado por los bajos tipos de interés a largo plazo (hasta 50 años) y basado en una demanda que no dejaba de crecer provocando la sobrevaloración de la oferta, atrayendo así, a los grandes capitales y cientos de especuladores que vieron en la construcción una inversión segura, provocando lo que conocemos como la burbuja inmobiliaria. Muchos jóvenes abandonan los estudios y se ponen a trabajar como mano de obra no cualificada en la construcción. La inmigración que llega al país encuentran también un nicho de ocupación... En el año 2002 el número de superficie construida en nuestro país se había disparado. En el 2005 la burbuja era evidente y España construía más vivienda que Italia, Alemania y Francia juntas. Para entonces, nuestra producción giraba entorno al mercado inmobiliario que seguía subiendo precios de forma imparable. Los sueldos se habían estancando en el 2003, pero las expectativas de las entidades financieras otorgaban créditos que acudían al rescate de un voraz sistema consumista, y del cual esperaban todavía sacar muchos beneficios. Para tal fin, rebajan las exigencias a la hora de conceder préstamos, ofreciendo importes por encima de las posibilidades de los demandantes, con la premisa de que si no hacían frente al pago de la propiedad hipotecada, un valor al alza, les reportaría un doble beneficio: lo invertido y el diferencial recuperado en la venta. Por tanto, con un sueldo bajo se podía acceder a un estado engañoso del bienestar.
Durante estos años se hablaba de apostar por Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+I) como alternativa económica de cara al futuro. Pero, no había una política real con bases sólidas que pudiesen salvar en cierta medida los desajustes que se produjeron en el sistema productivo y económico. Por entonces, otros países tenían la mirada puesta en las nuevas tecnologías, Google en Estados Unidos había apostado por la vía de la tecnología. España persistía en lo conocido, uno de los muchos ejemplos podría ser Francisco Hernando (El Pocero) proyectó el Complejo de Seseña con la construcción de más de 13.000 viviendas, de las que finalmente se llevaron a cabo 5000.
En el año 2007 la deuda contraída por la administración pública, empresas y las familias era enorme. A su vez, los bancos y cajas de ahorros se habían endeudado con otras entidades financieras internacionales. El binomio lógico causa - efecto en España se realizó de modo erróneo: el crecimiento daba lugar a la creación de riqueza y cuyo origen era posible gracias a la deuda. En el 2008 el precio de la vivienda era imposible. La situación reclamaba una medida de necesaria urgencia.
                                         El mercado de trabajo
En 2007 tanto la tasa de participación como la de ocupación habían alcanzado niveles máximos históricos y la tasa de paro cuotas mínimas. La elevada tasa de participación reflejaba la afluencia masiva de inmigrantes desde el año 2000 así como el marcado incremento en la tasa de participación de las mujeres, que afectaba a todas las edades y niveles de formación. Desde 1999 a 2007 la población de España aumentó en cinco millones de personas, tres cuartas partes de las cuales eran inmigrantes extranjeros, era el resultado de la notable expansión económica vivida en los diez años previos, liderada por la actividad en el sector de la construcción y, en menor medida, por determinadas actividades de servicios. No obstante, la tasa de temporalidad seguía siendo muy alta, como consecuencia, por un lado, del tipo de especialización productiva, muy intensiva en la construcción y en fuerza laboral poco cualificada. Pero, por otro lado, también evidenciaba el fracaso de los sucesivos intentos de fomentar la contratación indefinida. Este tipo de especialización productiva, junto con los escasos avances en la eficiencia de los procesos productivos, determinó incrementos muy moderados en la productividad.







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